¿Cómo construimos juntos el modelo sustentable de producción de alimentos que necesitamos? | JANUS
Janus Proyecto Rural Integrador es una granja sustentable, sostenida en los principios de la Agricultura Biodinámica, donde producimos alimentos vitales y nutritivos con un modelo de intercambio y consumo responsable basado en CSA, la Comunidad que Sostiene la Agricultura, ubicada en la provincia de Río Negro, Patagonia Argentina.
agricultura biodinámica, agroeocología, agricultura familiar, agricultura orgánica, alimentación saludable, alimentación consciente, sustentabilidad, producción sustentable, CSA, consumo responsable, comercio justo, nueva ruralidad, experiencia biodinámica, alimento, vitalidad, nutrición
56237
post-template-default,single,single-post,postid-56237,single-format-gallery,ajax_fade,page_not_loaded,,select-theme-ver-1.7.1,smooth_scroll,wpb-js-composer js-comp-ver-4.11.2.1,vc_responsive
 

¿Cómo construimos juntos el modelo sustentable
de producción de alimentos que necesitamos?

¿Cómo construimos juntos el modelo sustentable
de producción de alimentos que necesitamos?

La realidad suele verse como si fuera un prisma de múltiples facetas pero que nos devuelve una sola imagen: cada observador ve la cara que tiene enfrente, muchas veces la propia, quedando las demás caras ocultas a su esfera de percepción. Y al vecino de al lado le pasa lo mismo, y al de enfrente también; cada uno ve su pequeño pedacito. Fragmentos difíciles de combinar, además, sin una idea común de frontera; no hay comunidad posible si los vecinos no interactúan entre sí, si no se visitan y conversan sobre sus dificultades y padecimientos comunes y buscan soluciones en conjunto.

 

Hablando de los alimentos y sus sistemas de producción, una de esas facetas, la Agricultura Industrial —ya sea extensiva o intensiva, basada en la aplicación de insumos de síntesis química en el afán de garantizar el volumen y la rentabilidad—, es la que habitualmente ven los productores convencionales, ya sea de soja, maíz, trigo y otros monocultivos transgénicos de gran escala para abastecer a los mercados globales de alimentos para cerdos en China o biocombustibles, muy poco para alimento de seres humanos. Este modelo funciona con escasa ocupación de mano de obra, forzando la migración de grandes masas de trabajadores rurales que llegan a engrosar los cordones conurbanizados de las ciudades en busca de nuevas oportunidades de ganarse el sustento diario.

 

Otra, parecida pero diferente —aunque también utiliza el mismo modelo de paquete tecnológico, muchas veces impuesto a la fuerza por las características del modelo de comercialización centralizado en pocas manos—, ven quienes producen hortalizas y verduras de mediana y gran escala para abastecer a los mercados locales de los grandes centros urbanos; la misma ven además los productores frutícolas de todas las variedades en todo el país, ya sea para exportación o para el mercado local.

 

En ambos casos —monocultivos extensivos y frutihorticultura extensiva e intensiva— se trata de realidades que podríamos llamar hegemónicas, ya que es el paradigma más extendido, con mayor superficie de cultivo cubierta y mayores volúmenes de uso de productos químicos, producción y comercialización.

 

Otra de las facetas es la que ven los pequeños y medianos productores que han elegido un camino diferente al convencional, apostando a desarrollar modelos de producción sustentable como la Agroecología, la Agricultura Biodinámica, la Agricultura Orgánica y tantas otras denominaciones que engloban prácticas agrícolas en las que se prescinde de los insumos de síntesis química, reemplazándolos por insumos de origen orgánico de producción industrial, o bien mediante preparados biológicos obtenidos de la propia tierra de cultivo y producidos in situ. Las características productivas de estas modalidades implican mayor utilización de mano de obra, con el consecuente beneficio de generar trabajo genuino a nivel local.

 

En términos de escala y alcance, y aunque sigue siendo todavía minoritaria en relación a la convencional, esta modalidad sustentable se va consolidando como una tendencia imparable, en constante crecimiento y con resultados incontrastables, que suma día a día más actores preocupados por el futuro de los alimentos que consumimos, ya se trate de aquellos productores y municipios que por diferentes razones van buscando alternativas para reconvertir los cultivos convencionales, o bien comenzando de cero con un enfoque holístico e integrador, privilegiando la diversidad y articulación de diferentes estrategias y recursos bajo una mirada ecosistémica. Un ejemplo de ello es Renama, la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología, cuya figura relevante es Eduardo Cerdá.

 

Cada una de estas microrealidades convive con sus propios reflejos, espejando importantes cuestiones económicas, sociales y ambientales de interés local, regional y nacional, poniendo en crisis las definiciones de frontera y límite, ya que la idea de desarrollo involucrada implica necesariamente ir avanzando sobre más y más territorios, transformando el entorno. Las ciudades crecen y se extienden conformando conglomerados urbanos que se entretejen con el paisaje rural, el campo retrocede y se reacomodan las vastas superficies metamorfoseándose en nuevos colores y texturas.

 

Otra faceta aparte ven aquellos que padecen las consecuencias del modelo agroindustrial: los vecinos fumigados, los habitantes de las ruralidades intermedias, las escuelas rurales que han quedado en la expansión a merced del corrimiento de las fronteras, realizado sin planificación ni participación alguna de las comunidades afectadas, sin que el estado —quien también solo ve su propia faceta macro de grandes números y compromisos globales— se haya ocupado seriamente por desarrollar en paralelo mecanismos de mitigación de las consecuencias, salvo casos aislados de iniciativas dentro de organismos oficiales actuando contracorriente.

 

La agroindustria, por ejemplo, a la vez que resulta una de las mayores fuentes de ingreso de divisas al país gracias a las exportaciones, viene siendo muy cuestionada en los últimos años por las comprobadas y negativas consecuencias para la salud y el ambiente que se derivan de la masiva aplicación de agroquímicos. Frente a semejante panorama, para los sucesivos gobiernos sigue siendo política de estado sostener este modelo, a pesar de la franca oposición de amplios sectores de la sociedad que reclaman un cambio de paradigma.

 

Una más de estas múltiples facetas que van dando forma al complejo prisma de la realidad que nos incumbe especialmente, la producción de alimentos, es la que ven las diferentes disciplinas de las ciencias agrarias, cuya especificidad le brinda una posible visión múltiple, ya que desde su histórico lugar de investigación y acción para comprender la realidad —y obtener elementos que le permitan intervenir en ella—, se involucra en los diferentes procesos productivos, haciendo sus aportes. En este sentido se trata de una posición compleja, ya que es la misma ciencia —aunque no los mismos científicos—, la que enfoca sus medios en acompañar la mirada, a riesgo de miopía, tanto de las prácticas agrícolas convencionales siendo agentes de implementación del modelo de paquete tecnológico, cuanto de las prácticas agroecológicas y similares, comprometiéndose en la formación, capacitación y difusión desde algunas universidades y cátedras, mediante la firma de acuerdos institucionales y organizando congresos y actividades.

 

Un ejemplo de esta dicotomía en el seno de la ciencia lo vemos en la nota Agricultura periurbana: INTA encontró la solución, que describe la forma en que una dependencia local de la institución agraria estatal instrumenta herramientas que se presentan como posibles soluciones a la problemática de la frontera agrícola, en este caso generando cordones periurbanos de amortigüamiento, que permitirían producir alimentos mediante agricultura extensiva en gran escala para abastecer a los centros urbanos.

 

Si agregamos una más de las facetas necesarias para comprender este fragmentado prisma a la espera de ser completado, nos encontramos con el ojo del consumidor, con la mirada de quienes tenemos la responsabilidad de elegir qué alimentos compramos para garantizar nuestra salud y la de quienes nos rodean, buscando un equilibrio para el cuerpo y el espíritu, entre los cantos de sirena del mercado con su sobreoferta de productos ultraprocesados nada saludables y aquellas alternativas orgánicas, vitales y nutritivas que solo pueden ofrecernos los diferentes modelos de Producción Sustentable: un puente necesario entre alimentación Saludable y Consumo Responsable.

 

Si realmente deseamos aspirar a una visión de conjunto que logre integrar en armonía las parcialidades en un futuro no muy lejano —o nos va la vida en ello—, deberíamos ser capaces de encontrar mecanismos de interacción y construcción colectiva entre todos los actores involucrados, de manera que nos permita salir de este mundo de pequeños espejos que hasta ahora solo nos viene devolviendo nuestra peor imagen.

 

Los invitamos a compartir, participar, comprometerse y disfrutar de nuestra Experiencia Biodinámica completando nuestro Formulario de Contacto¡Gracias por elegir formar parte de la gran familia Janus!