De alimentos, salud, comunicación,
certificaciones y mercados
Acompañamos este proceso de aislamiento social e introspección familiar —propuesto por el gobierno nacional— mediante el sostenimiento de las comunicaciones habituales, con la misma responsabilidad y veracidad de siempre solo que con menor frecuencia.
Frente a la compleja situación global y sus particularidades locales en relación con la pandemia del COVID-19 que con preocupación vemos extenderse, además de continuar con el abastecimiento semanal a nuestras más de 40 Familias Asociadas: el sostén de los alimentos vitales y nutritivos —ya que según la normativa oficial la provisión de alimentos no se encuentra restringida—, creemos necesario que es también nuestro deber seguir aportando información confiable y de calidad que seleccionamos de diferentes medios, con el objetivo de acompañar a nuestros beneficiarios y público en general.
En tanto granja de producción sustentable tenemos claro desde los inicios, habiendo elegido a conciencia la Agricultura Biodinámica como estilo de vida y modelo de producción, que no estamos aislados sino interactuando en una realidad de múltiples facetas, no solo por los beneficios que implica Adentrarse en la complejidad sustentable de la Agroecología, sino también por la responsabilidad asociada de aportar a la pregunta ¿Cómo construimos juntos el modelo sustentable de producción de alimentos que necesitamos?
Es bien conocido entre los especialistas, aunque no tanto en el sentido común, que cualquiera de las certificaciones de producción agrícola “limpia” —por ejemplo la más conocida es la Agricultura Orgánica—, en general son ofrecidas e implementadas por empresas privadas con respaldo global, en base a acuerdos y regulaciones establecidas por los organismos de referencia estatales en cada país, en nuestro caso por ejemplo el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria SENASA, estando sujetas a rigurosos parámetros de estricto cumplimiento, no solo productivos sino en toda la cadena de valor, desde la semilla a la mesa, basados en realizar a campo los lineamientos propios de la modalidad elegida, además del soporte de procesos documentales e inspecciones de auditoría. La elección este camino implica, para los productores, una planificación exigente y una considerable inversión en todas las áreas para obtener el resultado esperado y conseguir la certificación, que les permitirá posicionar sus productos en mercados específicos y con precios diferenciales.
En su área de incumbencia, la comunicación integrada se dedica no solamente a “mostrar”, “vestir” y “ofrecer” el producto de una forma “atractiva” para que llame la atención del consumidor y futuro cliente, traccionando sus preferencias de compra, sino que también cumple la función de presentar ciertas garantías de “verdad”, o “veracidad”, acerca de los procesos productivos involucrados en la obtención y preparación de los productos para su comercialización, al estar denominados de una forma y no de otra, en este caso “orgánico”, ocupando el lugar de “sello de garantía” —“esto es lo que dice ser”—, ante la imposibilidad del consumidor de corroborar personalmente el origen y la trazabilidad de lo que compró, pagó y está a punto de consumir.
En relación a los alimentos en general y a los saludables en particular, este aspecto de la garantía se torna de fundamental importancia, no solo por la autenticidad de las cualidades alimenticias y nutricionales presentadas como ciertas para cuidar la salud del consumidor, sino también por el posicionamiento de los productos y sus precios de venta, siendo en general los mercados internacionales los destinatarios principales, por su extensión y por la mayor rentabilidad asociada.
Retomando y a modo de ejemplificar, con la denominación “orgánico” ocurre algo similar —aunque por diferentes causas— a lo que sucede con las DOC, Denominaciones de Origen Controladas: ninguna bebida puede decir “Champagne” en su etiqueta, ni ser comercializada como tal, si no proviene de la región de Champagne, en el sur de Francia, aunque esté producida mediante el método champenoise; de un modo similar, ningún queso puede decir “Roquefort” en su etiqueta ni ofrecido de ese modo si no proviene de dicha región de Francia, aunque esté producido mediante la misma técnica y receta, se vea y guste igual que aquellos.
Las denominaciones “orgánico”, “ecológico”, “biológico” —sinónimos para nuestra legislación vigente—, específicamente asociadas a productos de la agricultura no refieren a un lugar de origen, como en los ejemplos más arriba presentados, sino al cumplimiento por parte del productor, y su validación por una instancia externa, de los procesos, técnicas, insumos y prácticas utilizados para producir aquellos alimentos que se presentan como tales.
De cualquier modo, todo alimento producido a conciencia bajo los lineamientos de la producción orgánica resultaría necesariamente orgánico, más allá de si está certificado; el problema de fondo reside en que, para ser presentado, ofrecido y comercializado en los mercados formales y controlados de la economía global, es necesario garantizar su procedencia mediante las certificaciones y sus sellos identificatorios correspondientes, un mecanismo consensuado y amparado por las legislaciones en cada país.
La producción orgánica es, según el sitio web de MAPO, Movimiento Argentino para la Producción Orgánica, la Organización No Gubernamental orgánica más importante de la República Argentina, registrada como Sociedad Civil sin Fines de Lucro:
La producción orgánica: donde la ecología, la salud, la precaución y el cuidado guían nuestra acción.
La Producción Orgánica en Argentina está regulada por la Ley 25.127, sus Decretos y Resoluciones, estando a su vez definida por organismos oficiales y privados internacionalmente reconocidos, como el Codex Alimentarius o la Asociación IFOAM; e incluye un sistema de certificación y control. Los términos orgánico, ecológico y biológico son sinónimos y solo podrán aplicarse a productos que cumplan con esta Ley.
Las certificaciones, al tratarse de procesos que implican tiempos diferentes de implementación según el estado de “arranque” del establecimiento que se propone certificar su producción, llamado línea de base —no es lo mismo, por ejemplo, comenzar el proceso “de cero” con un suelo y plantas “limpios” y “naturales”, que empezar un cambio luego de varios años de aplicación de agroquímicos, aunque es posible y deseable— abarcan también diferentes estadíos y etapas que deben ser cumplimentadas para arribar al resultado buscado al final del proceso, que luego se actualiza año a año.
Atendiendo a estas particularidades de los ciclos naturales, las empresas certificadoras de la Agricultura Orgánica van acompañando el proceso de implementación mediante el otorgamiento de dos tipos de certificados: el primero se denomina “Orgánico en Transición” que puede ser otorgado el primer año, el segundo o tercero consecutivos, y el definitivo se denomina “Orgánico”, a secas, que suele entregarse en el tercero o cuarto año, y a partir de allí es necesario renovarlo todos los años para mantener el sello.
La comercialización formal autorizada en los mercados respectivos solo resultaría posible para el productor —sin arriesgar penalizaciones, clausuras y multas— habiendo obtenido el certificado “Orgánico” definitivo, instancia que recién habilitaría a la empresa certificada, y los productos específicamente alcanzados por la certificación, a exhibir el sello correspondiente en las etiquetas y formar parte de las comunicaciones institucionales y el marketing.
En nuestro país existen solamente dos modelos de producción agrícola “limpia” y “sustentable” que cuentan con mecanismos de certificación de alcance no solo nacional sino global, y son la Agricultura Orgánica y la Agricultura Biodinámica, cada una con sus respectivos sellos de calidad.
La Agricultura Orgánica en nuestro país tiene una historia de varios años de desarrollo y un significativo posicionamiento global, según la nota Argentina se consolida como segunda productora mundial de alimentos orgánicos, enfocada básicamente en abastecer a los mercados internacionales —según estadísticas oficiales de SENASA Orgánicos, solo el 1% de la producción orgánica llega al mercado interno— y cuenta con una estructura de articulación institucional que incluye organismos del estado, instituciones privadas que nuclean a diversos actores, emprendimientos productivos y empresas certificadoras, por ejemplo LETIS, ArgenCert, FoodSafety, OIA (Organización Internacional Agropecuaria), las que cuentan con respaldo de otros sellos globales, a quienes pueden recurrir los productores interesados en comenzar a transitar el camino de reconversión certificada, en general cuando tienen garantizada la demanda en ciertos mercados puntuales, básicamente internacionales, sabiendo de antemano que pueden ubicar la producción bajo certificado, ya que la inversión asociada es alta y se torna necesario recuperarla mediante volumen y precio de venta, variables que los mercados locales no están en condiciones de afrontar. ¿Qué significa ésto para el productor? Que tomar la decisión estratégica de dedicarse estrictamente a la Agricultura Orgánica implicaría tener medianamente garantizado el acceso a ciertos mercados relativamente estables y rentables, característicos de la comercialización global.
Por otro lado, en la actualidad, la Agricultura Biodinámica —un modelo de producción sustentable articulado en nuestro país a través de AABDA, ¿Qué es la Asociación para la Agricultura Biológico-dinámica de Argentina (AABDA)?, se practica en más de 50 países en todo el mundo y cuenta con una red de certificación global llamada Demeter Internacional, cuya filial local en nuestro país toma la forma de la Fundación Demeter, una marca-sello ampliamente reconocida en el mundo entero por la altísima calidad de los alimentos etiquetados de ese modo, que van desde todo tipo de frutas, verduras y hortalizas hasta vinos, quesos y productos para el cuerpo y la salud, entre otros.
Demeter Internacional es una red de organizaciones sin fines de lucro, distribuidas mundialmente, que promueven la agricultura biodinámica y el intercambio comercial de los productos con certificación Demeter.
Productores Demeter bajo contrato alrededor del mundo han implementado exitosamente el método biodinámico en todos los continentes y en todos los climas. Sean bananas de República Dominicana, te de Darjeeling, hierbas medicinales de Egipto o producción de lana en Nueva Zelanda – en cualquier lugar el método Biodinámico ha sido adaptado a las condiciones locales, al nivel más alto.
En 2009, cuando comenzamos con el propósito de crear esta realidad que hoy significa JANUS Proyecto Rural Integrador, ya nos imaginábamos formando parte de un modelo de intercambio colectivo, participativo, en el que nosotros desde la producción sustentable junto a nuestras más de 40 Familias Asociadas, el sostén de los alimentos vitales y nutritivos en su rol de consumidores responsables, interactuando en un marco articulador como CSA: un modelo de intercambio entre productores y consumidores, vayamos integrando un sistema mayor, mediante el cual se generen confianza mutua, responsabilidad compartida y garantía de calidad, vitalidad y nutrición en los alimentos frescos y productos elaborados que ponemos a disposición de nuestros beneficiarios semanalmente durante todo el año.
Conforme pasan los años y los proyectos agrícolas familiares, grupales, comunitarios, autogestionados y de pequeña escala se van consolidando en base a sus resultados, mientras sobreviven las crisis apostando al trabajo y generando confianza en los consumidores creando redes de intercambio, van también encontrando de a poco en los diferentes estamentos del estado y gobiernos aquellas herramientas, reglamentaciones y acompañamientos que son absolutamente necesarios a la hora de planificar un futuro de crecimiento y apertura para abastecer a cada vez más familias con alimentos sanos y de calidad.
Paralelamente a los mecanismos de certificación público~privados que describimos más arriba, desde hace algunos años vienen consolidándose varias experiencias de base que buscan otras maneras de formalizar mecanismos de certificación participativa, conformadas por productores y agrupaciones que los nuclean, organizaciones sectoriales, instituciones intermedias, universidades, agrupaciones de consumidores, municipios, entre otros estamentos. Compartimos en estos enlaces algunas de las materializaciones recientemente logradas por algunas provincias, enmarcadas en el acompañamiento a la Agricultura Familiar, por ejemplo en la nuestra, Río Negro avanza en la certificación participativa de producción agroecológica y también Mendoza entrega la primera certificación a la producción de agricultura familiar.
La Certificación Participativa se diferencia de las Certificaciones Orgánicas porque “busca garantizar la calidad a partir de un sistema definido de manera colectiva, consensuada y horizontal, donde todas las personas interesadas son parte del diseño e implementación del sistema. Así las respuestas a preguntas como ¿Qué se busca certificar? ¿Para qué? ¿Con quiénes? ¿Cómo se debe producir? ¿Cómo se deben transformar y comercializar los alimentos? son generadas en ámbitos de debate y construcción colectiva, donde todas las personas participantes se encuentran en igualdad de condiciones para opinar, aportar y decidir sobre el sistema de certificación.”
Ofrecemos estas noticias seleccionadas y puestas en contexto como continuidad de la tarea informativa que nos hemos propuesto, basada en nuestros Cuatro Pilares Fundamentales, según los cuales la comunicación integrada constituye una dimensión necesaria que nos permite articular con coherencia el decir y el hacer, con el propósito claro de producir alimentos vitales y nutritivos.
Los invitamos a compartir, participar, comprometerse y disfrutar de nuestra Experiencia Biodinámica completando nuestro Formulario de Contacto. ¡Gracias por elegir formar parte de la gran familia Janus!